Antropología de un niño que habita una estrella

Llegó viajando a través de un sol violeta, atando los pies al vestigio de una naturaleza fosilizada. Le regalé una capa para la invisibilidad y me lo agradeció de sobremanera invocándome el extraño sujeto de princesa Julieta. Se acercó, vertiendo mi voz de magas utopías. Ese breve señor decía provenir de algún lugar en el fin del mundo pero tuve la vaga creencia de imaginarlo habitando un planeta muy lejos de aquí. Una estrella donde gobierna el corazón de un pájaro.
Fragmentando jardines, se escondía de los violentos jinetes que anunciaban partidas con su espada de cotillón.
La ciudad emergía escrutando sus alas, quizá por ser un ángel profano alejado de toda dimensión conocida para el feroz hermetismo de éstos días. Un hoy, líquido y colmado de modismos hasta para sentir.
Comprador de sueños al por mayor, llegaba a mi con un pedazo de verde cielo en los ojos y la plástica ilusión de haber hallado un diamante azul que lo salvaría de una crudeza real. Me contó de su próxima ida al mar con el brillo más inmenso que jamás había visto. Sabía que podría tener el aforo de convertir en mineral cada cosa que tocara su abstracción. Arrancó una flor, cerró los parpados y me hizo partícipe de ese increíble momento desbordado de cuadros.
Arturo. Denegando el nombre, su vida se había convertido en sustancia de luces, en la expresión más literal y hermosa. Le daba real sentido a todo aquello existente por estar opuesto de materia y en ese discurso me hacía viajar, rompiendo signos y destrozando los apartados de mis plegarias. Con las manos de agua, el alma de aire se le estallaba por los dientes mientras abría la boca en repentino asombro de mi devoción. Ese niño jugaba a ser un rey en medio de una plaza devorada por el fútil barroco inglés plagado de historias masacradas con la huérfana sangre de hombres perdidos.
Me volvía a sonreír y yo no podía más que perderme en la fascinación de sus sueños que sólo eran comprendidos en instantes alejados de todo racionalismo. Me hizo creer, aun más, en un radiante universo donde lo fantástico se emana de presencia. Dueño de un carrousel ilusorio, revoleaba chispas fosforescentes por donde quiera que lo mires. Qué bonita visual me regalaste en silencio.
Aniquilando los maniquíes de las sombras que lo invadían, se perdió en un espiro que lo envejecería en la memoria onírica de alguna persona maravillada por cruzarse con él.



Niño Cristal

Ayer necesitaba encontrarlo y por causalidad se hizo presente con una capa entre las manos haciéndome creer en un ahora más vivo que nunca y así, en retrospectiva inocencia, volví a lo todo genuino que habita en esa niña llamada Juanita. 

Comentarios

  1. Genial! Lo que uno siente al leer tu texto está definido intertextualmente en estas lineas:

    "Le daba real sentido a todo aquello existente por estar opuesto de materia y en ese discurso me hacía viajar, rompiendo signos y destrozando los apartados de mis plegarias"

    Maravilloso el dibujo. Le da una caricia especial al texto que no sé si la habría tenido de no estarlo. Me encantó.

    Saludos!

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