La obra de la nada



Pasajeros de este tren: vengo aquí para presentarme debidamente. He estado viajando en las proliferaciones de sus vidas, me he instaurado en el espacio más pequeño y descuidado de ustedes. En el anonimato me apoderé de sus pausas, me las tragué enteras, las saboreé y ahora viven en mí agonizando desde de mis entrañas todas sus verdades. Me las devoré mientras perecían en la opacidad, mientras se distraían en la inercia. Como si estuviesen leyendo infinitas páginas en blanco. He producido esos pensamientos para sosegarlos. Soy la célula que corre a romper sus ilusiones a patadas.

Siempre estuve ahí, roando dentro de ustedes, buscando formas animales para emerger. Me hice sonido en todos sus rugidos, bramidos y fragores. Soy el silencio que acaba por devorar la motricidad de sus músculos dejando un sistema mineral muerto. Me expando en la tardanza de una mirada que babea, en el sonido que emiten unos labios secos, deshidratados, decolorados, desprovistos de esa belleza inminente que tiene el decoro.
Soy el espiral que vive entre la realidad y la adoración. Dentro de esa rueda infinita me destilo en los soplidos que salen de cada boca aplomando los pulmones con pensamientos cargados de metal. Soy esa acumulación que vuelve la carga del cuerpo más pesada. Soy la queja que calla a la sensibilidad. Señores, también vivo en la beldad que devora la soledad.
Condenado por un tiempo, soy lo que pudo ser y no es. Soy el discurso perpetuo que vive en sus espejismos. Soy la hermosa crítica que vive en los mediocres, superflua, insípida y errante. Soy el engaño y la negación. Si les digo que soy la negación entonces no podrán creer nada de lo que dije anteriormente. Sí, soy la contradicción, la podredumbre y la contaminación. Soy todo lo que representa el dolor. Sepan disculparme, juro que no lo hago con intención. Es mi circunstancia y he tenido que vivir con ella por siempre.
Me han tomado como algo inexistente, desprovisto de sustancia, exento de contenido. Algunos han creído que represento el vacío de la mente y he buscado tantas formas de hacerme visible. Pero déjenme decirles algo, señores; este, como lo ven, es mi cuerpo corroído, alienado, suculento, tembloroso. Pasajeros de este tren, ¡Soy la obra de la nada!


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