Quetzal
Te busqué
desde que jugaba en ese escenario cósmico.
Te miré en todos tus andares cuando llegabas a mí con la voz baja y me descubrías saturado de devoción mientras una
Rosa asistía nuestros sueños a un suspiro de pasos.
Te
encontré en ese espacio donde no precedían más cielos que el nuestro.
Te espero
desde que éramos alquimia de luces, esperando por bocas rotas, esperanzados de vernos
materiales.
Te
pensaba cuando te hacía parte de un paisaje plagado de fulguras, en el susurro
de la porcelana que Didí ostentaba a las cinco de la tarde con el ángel inglés
repudiando relojes. Cuando el verde me venía en stopmotion y cerraba los ojos
para acercarme a tu universo.
Te deformé
con anatomías que plagiaban todos los colores de tu ser, persistentes en cada
ilusión óptica para poder besarte el alma cuando te extrañaba en demasía.
Te sentí
vivo cuando me perdí entre tus estrellas de papel y te inventé con caras de
busto en el simbolismo de una humanidad.
Te ví
desde que mi arte tuvo urgencia de emergerse en plasticidades.
Te cree
en cada instante de mi cuerpo, te vertí en mi aire y caí en el
existencialismo de unos ojos que iban sacudiéndose de soles por saberte a una breve ausencia de mi.
Reverberamos en una misma repetición al fusionar lo blanco con lo afrodisíaco en un submarino, al anegarnos y atorarnos de abrazos partidos en la noche más intensa y fría de la historia
Te sonrío
más cerca desde que Kantor me enfrentó a tu abismo.
La frescura y sutileza que tiene este escrito me hace sentir el vuelo del quetzal atravesando el cielo por encima de mí. Me vuelve lleno de emociones, me llena de poesía y me convierte en ese pájaro que ilustra el universo con su colorido que lo hace único y hermoso
ResponderEliminarSos mi inspiración, sos ese pájaro turquesa que me eleva en cielos eternos.
EliminarMe doy la bienvenida a este blog. Me gusta cómo está hecho... buen comienzo!
ResponderEliminarGracias por sus palabras, señor Berrondo.
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